En esos momentos
es bueno y recomendable meterse para adentro, sin temernos. Dejar el celular, mirar
películas tontas, jugar con tu mascota, leer un libro, admirar el movimiento de
las copas de los árboles, respirar a conciencia y, especialmente, permitirse la
alegría sin culpa. Recién ahí, de a poco, volver a conectar. Levantar la mirada
y encontrarse con lxs otrxs, responder ese mensaje que aguarda saber cómo
estás. Tal vez y, sin darte cuenta, la chispa de la mecha se vaya encendiendo. Recién
lo vas a notar cuando te encuentres compartiendo tu luz con aquellos que están
en la oscuridad, esa en la que vos antes estabas.
No suelo hacer
posteos de fin de año porque me parecen cursis, trillados, irrelevantes para
quien los lee. Tampoco me gustan los
consejos, pero este año rompo esa tradición, y me gustaría convocar/invocar/
recomendar
que seamos guardianes de esa llamita que se comparte y nos permite sostenernos,
que sepamos darla y recibirla, hasta que el fuego sea demasiado e ilumine esta
oscuridad.
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