6 de febrero de 2014

Cartas que nunca te dí...

Bueno, esta vez voy a titular a este papel como "la carta de la carta", a modo introductorio, o de disculpa. Hay muchos motivos que te llevan a escribir una carta, pero sólo uno es tan fuerte como para no entregarla. Digo esto y se me viene la imagen de estar parada en un abismo; yo del lado del pantano, y abajo todo el paraíso, desconocido, inmenso, hermoso... Hice un intento, tardío y desubicado, por hacerla llegar. Pero el destino - o la causalidad -, no quiso que pase. Después de ese intento forzado, dudo cada vez más que vayas a leer esto. Menos lo otro. Pero nunca se sabe, y quizás la vida nos sorprenda. El hecho es que tengo un papel dentro de un sobre violeta, que dice tu nombre (una de las pocas cosas que se...). Y calla letras, que a veces me gritan en silencio, aunque ya ni recuerdo que dicen...Ni las pienso leer, porque ya son tuyas. Y no puedo abrir cartas ajenas. Menos si tienen el sobre cerrado. Já. El motivo principal por el que casi fuerzo que la leas es porque el último recuerdo que tengo con vos es que me esquivaste -vilmente, deberías admitir- en el colectivo. Ya sé, yo también hice como que no te vi -conteniendo un suspiro...es la parte que no sabés - Y eso me da un absoluto parámetro de que no me vas a volver a hablar. Y no te culpo; está bien - aunque yo no podría esquivarte si en mí estuviese la opción-. Por todo esto, menos me sirve tener una carta ajena, de alguien que no me quiere hablar. Y a veces la tortura de seguir siendo la responsable de lo que "no" digo me asfixia. En fin, la idea era responder y pasarte la pelota de cerrar la historia. Hoy podría firmar que estoy segura que no nos vamos a volver a cruzar. Y si lo hacemos, mi mente me va a pedir un motivo para seguir. Mientras el corazón se esconderá con pánico detrás de la capa hecha de miedo y excusas que tanto lo proteje. Ahora tengo dos cartas para quemar. Las escribí como desahogo, en un cielo gris y lluvioso como es hoy, mientras imagino que algún día me vas a perdonar.