3 de septiembre de 2016

Carta de una Extraterrestre...

Y por lo general voy así, mirando todo como si fuera una extraterrestre que recién llegó a la Tierra. Los veo ahí, pequeños humanitos frágiles y sensibles, luchando por sentir amor, luchando por ser queridos, admirados. Los veo inventando nuevas formas ¡tan locas! para acercarse. Subiendo fotos donde buscan agradar, ser conocidos, intentar. Y eso es lo que más admiro de ustedes: que toda la vida lo intentan. Son heridos, lastimados, engañados, y sin embargo, vuelven a buscar esa ocasión especial, ilusionándose de vuelta, arreglándose, vistiéndose con sus mejores atuendos. Y a cada desengaño lo analizan con la misma fuerza que al primero. Y yo me emociono, no puedo evitarlo. Me llenan de ternura con sólo verlos e imaginar las miles de historias que guardan en sus coranzoncitos. Quisiera abrazarlos y desearles suerte. Y que sean siempre felices, porque lo merecen.
Pero otras veces los veo tan distorsionados. Concentrados en sus teléfonos celulares, sin mirar a los que tienen al lado. Actuando. Aparentando una vida, para presumirla en fotos. Viviendo una mentira. Y entonces, sufro. Sufro porque creo que no hay nada verdadero. Que nadie nunca va a dejarse conocer en serio. Porque todos siempre van a ser como puntas de icebergs, tan iguales a todos los demás. Y las formas profundas envejecerán sin nunca ser descubiertas ni mostradas.
Y entonces, te pienso; ahí estoy, buscándote en medio de tanta soledad. Pero no hay nadie mirando. Y yo sigo sin saber si existís.

11 de abril de 2016

No crezcas, es una trampa ~ dedicado a todos esos niños que ahogamos dentro.

Deseo que nunca madures. Que conserves siempre esa inocencia de pensar que todo el mundo es amigable. Que podés hacer lo que sea, y lo peor que te puede pasar es tener un raspón. Que sanará algún día.
Que te sorprendas por todo cada día, y no lo disimules. Por esa nube con cara de perro. Por ese pájaro que canta tan raro. Por esa estatua que cuando pasás te mira.
Que no te enoje si llueve y te mojás el pie, porque la sensación de saltar ese charco de agua vale un resfrío. Aunque no lo sepas. Que no te avergüence nunca preguntar qué son las estrellas. Porque nadie lo sabe, en realidad. Ni llorar si tenés ganas, sin importar quién esté cerca, ni dónde, si el motivo para vos es importante.
Que no te frenes si querés limpiarte el beso de alguien que te desagrada, o no responder si no tenés nada que decir. Como tampoco si tenés ganas de abrazar a alguien que extrañabas.
Que la plata importante la uses para comprar caramelos, o esas figuritas que tanto deseás de ese programa que seguís como una religión. Que los berrinches se te pasen rápido si alguien te hace cosquillas.
Que perdones a tus amigos aunque te hayan empujado mientras corrían.
Que el mejor lugar del mundo para estar sea tu casa - donde tenés un escondite secreto, que ningún adulto conoce.
Que la cura para todas tus enfermedades sea la caricia de tu mamá - y que te dejen faltar a la escuela, claro.
Ojalá que nunca crezcas y pierdas de vista lo importante; sentirte pequeño en un mundo de gigantes, y descubrir que algunos saben jugar.
(27/1/2015; M)

2 de enero de 2016

El tiempo que me pasa

Si te tengo que hablar de mí, sobre qué me pasó este tiempo sin vernos, te diría que quizás me volví más aburrida, más complicada, más enmarañada en mis pensamientos. Trato de simplificarlos en pocas palabras, o dos o tres ideas principales, pero a su vez quedan tan simples e inconclusas, que elijo mejor no explicarlos. Quizás tampoco los llego a entender. Me surgen pensamientos que están en niveles tan distantes, que me pierdo tan sólo buscando razonamientos que me permitan comprenderlos y encontrarles una lógica. De repente me veo leyendo libros extraños, largos, complejos. Riendo de chistes que sólo yo entiendo. Tratando de entender cómo encajan los sentimientos en medio de este sin sentido que es la vida. ¿Vale la pena amar y por qué?¿Qué se busca así? Doy vueltas sobre eso y no entiendo. Entre medio de todo ese caos, te pienso. Recuerdo tu sonrisa esa vez que nos volvimos a ver después de mis vacaciones. De tus pantuflas en la vereda. De tener a unos milímetros tu sonrisa. De tu abrazo que sabe detener el tiempo. Y de repente me veo llorando, porque se que estoy cada vez más lejos de eso. Tan lejos de ese sentimiento. De poder ser simpleza. De poder sentir amor. Tan lejos de vos. Y se que para vos es lo mejor, y eso me tranquiliza. Leí hace poco algo así como que la soledad es adictiva. Que te acostumbrás a la paz y a disfrutar de vos mismo tanto que ya después no querés volver a la sociedad. Pero siento que me falta algo desde que te conozco.