3 de septiembre de 2016

Carta de una Extraterrestre...

Y por lo general voy así, mirando todo como si fuera una extraterrestre que recién llegó a la Tierra. Los veo ahí, pequeños humanitos frágiles y sensibles, luchando por sentir amor, luchando por ser queridos, admirados. Los veo inventando nuevas formas ¡tan locas! para acercarse. Subiendo fotos donde buscan agradar, ser conocidos, intentar. Y eso es lo que más admiro de ustedes: que toda la vida lo intentan. Son heridos, lastimados, engañados, y sin embargo, vuelven a buscar esa ocasión especial, ilusionándose de vuelta, arreglándose, vistiéndose con sus mejores atuendos. Y a cada desengaño lo analizan con la misma fuerza que al primero. Y yo me emociono, no puedo evitarlo. Me llenan de ternura con sólo verlos e imaginar las miles de historias que guardan en sus coranzoncitos. Quisiera abrazarlos y desearles suerte. Y que sean siempre felices, porque lo merecen.
Pero otras veces los veo tan distorsionados. Concentrados en sus teléfonos celulares, sin mirar a los que tienen al lado. Actuando. Aparentando una vida, para presumirla en fotos. Viviendo una mentira. Y entonces, sufro. Sufro porque creo que no hay nada verdadero. Que nadie nunca va a dejarse conocer en serio. Porque todos siempre van a ser como puntas de icebergs, tan iguales a todos los demás. Y las formas profundas envejecerán sin nunca ser descubiertas ni mostradas.
Y entonces, te pienso; ahí estoy, buscándote en medio de tanta soledad. Pero no hay nadie mirando. Y yo sigo sin saber si existís.